Fueron tiempos complejos. La industria de la construcción, que es termómetro de cualquier economía del mundo, indicó algunas alarmas.
Sin embargo, los aires que soplan desde aquellos países que van a la vanguardia en materia de campañas organizadas de inmunización colectiva frente al coronavirus dejan entrever que las viviendas personales fueron un éxito desde mediados del pasado año.
Por ejemplo, las estadísticas del organismo especialista en vivienda del Reino Unido hacen ver que, aún bajo el efecto de la cepa Delta, muestran que el número de viviendas terminadas casi llegó a 50.000 en el último trimestre, el número más alto en más de 20 años.
Las casas representan el 81% de todas las nuevas construcciones en comparación con los apartamentos, la proporción más alta desde 2000-01.
Durante el mismo período se iniciaron 46.010 viviendas, la cifra más alta en casi 15 años y un aumento del 7% respecto al trimestre anterior.
Las cifras también muestran un aumento en los inicios de construcción de viviendas en Londres con 14.530 en el año hasta marzo de 2021, un aumento del 18% en comparación con los 12 meses anteriores.
Las cifras reflejan además la capacidad de recuperación de la industria de la vivienda que ha mostrado una resistencia extraordinaria.
Un estudio global llevado a cabo por el Foro Internacional para la Vivienda reveló algunas conclusiones.
En principio su efecto sobre los números finales se ha basado en la disponibilidad de fondos imprevistos por parte de las personas que ahorraron forzadamente al verse limitadas en sus posibilidades de consumo directo o de experiencias de servicios habituales como actividades artísticas o gastronómicas.
Lo mismo ha ocurrido en materia de viajes.
Mientras el fenómeno vacacional sufrió una transformación en los últimos años, invitando a las personas a tomar sucesivos viajes de descanso durante el año que reemplazaron a las vacaciones únicas anuales; con el advenimiento de la cuarentena, las restricciones a la movilidad dejaron a gran parte de los viajeros por demasiado tiempo insatisfechos.
Como una tercera variable a favor de la tendencia de hacer la casa propia, apareció la intención de resguardar los excedentes de inversión.
Apostando a darles un destino que permita multiplicarlos a futuro.
Según los datos, muchos de los constructores de sus propias viviendas no tienen intención de que sea esa su lugar de hábitat permanente o definitivo, sino que esperan vender esa propiedad o alquilarla en el futuro inmediato, enfocándose en un progreso o mejora en su próxima propiedad.
Una cuarta condición que, según los analistas revela una gran parte del humor poblacional a la hora de pensar en su casa, llega de la mano de la resiliencia.
Un valor que los neurocientíficos, psicólogos, sociólogos y hasta médicos, han destacado en estos tiempos.
Esta es la capacidad de sobreponerse a las situaciones de crisis resurgiendo de ellas fortalecidos y, en lo posible, con resultados auspiciosos.
La casa propia, ampliada, nueva, enriquecida, soñada… terminó siendo un trampolín tentador para hacer que en la pandemia no todo fuera oscuridad.
Sino todo lo contrario: una ventana fresca desde donde transitar el futuro que viene.